Dice un viejo y conocido refrán: la burra no era arisca; los palos la hicieron. Y en México tenemos la -a veces no tan sana- costumbre de creernos y tomarnos muy a pecho lo que dicen los refranes porque pues, es sabiduría ¿no? Por algo lo dicen las abuelas.
Pues bueno, los refranes tienen sabiduría siempre y cuando se pongan en el contexto adecuado y lleven lógica y razonamiento de por medio.
Sucede que, a veces, cuando pasamos por malas experiencias en nuestras relaciones con los demás, decimos que nunca más le volveremos a creer a nadie, que ahora seremos l@s mal@s de la película, que nuestro corazón ahora es de piedra, que nos quedaremos solter@s el resto de nuestra vida y otra serie de frases extraídas de telenovelas noventeras, que solo le dan aún más dramatismo a lo que realmente nos sucede: un terrible pánico a que nos vuelvan a lastimar.
Por supuesto que cerrarnos como almejas tiene ventajas: en efecto, nunca más alguien de fuera podrá lastimarnos y ya; no hay ninguna otra ventaja. ¿Las desventajas? Nos estamos lastimando nosotr@s mism@s, lastimamos a quienes nos quieren y, desde luego, nos perderemos de la delicia de volver a establecer una relación y de vivir la vida, porque no dejamos que nadie, absolutamente nadie, se nos acerque.
¿Cómo lo hacemos? Hay muchas maneras que parecieran no tan obvias: enamorándonos de personas que ya tienen un compromiso, dejando que el trabajo absorba toda nuestra vida, poniendo de pretexto a nuestr@s hij@s, padres, familiares enfermos, mascotas o incluso estableciendo relaciones superficiales, basadas solo en el sexo o las ventajas financieras.
Mucho es lo que se pierde cuando un@ se pone armadura, ¿no crees?
Y entonces, ¿cómo protegerme cuando me han lastimado, y al mismo tiempo abrirme para conocer a alguien que valga la pena?
El primer secreto es no involucrarte demasiado rápido: date el tiempo de conocer a las personas, de observarlas en todas las situaciones posibles, de evaluar, no si tú le gustas, sino si esa persona te gusta a ti y le va a aportar algo bueno a tu vida; observa cómo te sientes con él o ella en distintas situaciones y contextos y podrás decidir, mucho más informad@ si esa persona es digna de que le confíes tu cuerpo, tus emociones, tu mente y tu tiempo. El segundo secreto es entender que siempre hay un riesgo en cualquier relación. Siempre. Y eso es inevitable. Sin embargo, si tú te conoces bien, fortaleces tu autoestima, tu capacidad de integrar tus experiencias y el balance que le das a todas las otras áreas en tu vida, podrás disfrutar al máximo lo bueno de las relaciones, y podrás integrar y superar muy rápido aquello que no es tan bueno.
Trabaja en ti, conócete, ámate y no te quites a ti mism@ la oportunidad de vivir una relación maravillosa. Que el miedo sea solo el elemento que te ayude a ser más precavid@, no que te paralice. Vivir el amor vale muchísimo la pena.
Por Ruth Cabrera.
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