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Sácale provecho a las crisis


Ésa que ve usted en la imagen en la silla de ruedas, querido lector, soy yo. Esta foto es de hace aproximadamente dos meses y mi cara de felicidad se debe a que ésta fue una de las primeras veces en que pude salir, después de un buen tiempo hospitalizada e inmovilizada. Tuve una fractura de tibia, con la que nos dimos cuenta de que había un tumor en la rodilla. Así es. Un día cualquiera comencé a las 7 am en una clase de baile y terminé a las 10 pm internada de urgencia en el área de tumores óseos de un hospital de alta especialidad. Ese evento, querido lector, me volteó el mundo de cabeza. Se detuvieron mi trabajo, mis estudios, mis actividades cotidianas... mi vida. Me encontraba yo en una auténtica crisis: con el dolor físico más fuerte que he experimentado en mi vida, con miedo e incertidumbre por no saber la naturaleza del tumor, por todo lo que esta situación iba a significar en mi vida física, emocional, financiera, mental y por cómo estaba impactando, también, la vida de mis seres queridos.


Dicen por ahí los que saben, que las crisis son la mayor oportunidad de reinvención, y que hay que aprovecharlas y salir triunfantes, mejorados y más sabios. Pues sí, suena muy atractivo; el problema es que no te dicen cómo, ni te dicen cómo es que puedes llegar siquiera a considerar cómo aprovechar la situación cuando estás en medio del enojo, la tristeza, la frustración o la desesperanza, y cuando lo experimentas de primera mano, como a mí me pasó en esta situación, se vuelve un reto particularmente interesante.


Y entonces ¿cómo resolverlo?


Primero, y para propósitos de este texto, hablemos de que una crisis es cualquier evento que nos desestabilice, desorganice o quebrante el ritmo natural y manejable de nuestra vida; aquel que sentimos que simple y sencillamente nos abruma y se nos sale de las manos. Suele venir acompañado de la sensación de sorpresa, impotencia o incapacidad para manejarlo. Puede ser la terminación de una relación laboral, un problema financiero, una discusión de pareja, el fallecimiento de un ser querido... Depende de cada quién. En mi caso, se trató de un evento de salud.


Pero, aunque uno así lo sienta, ni siquiera en estas situaciones todo está perdido. Hubo algo clave que me ayudó a estabilizarme y a comenzar a avanzar hacia una nueva etapa de mi vida, no negando mis limitaciones actuales, sino entendiéndolas e incluso haciendo uso de ellas para impulsarme y seguir adelante. ¿De qué se trata? Nada más y nada menos que de la famosísima inteligencia emocional. Sí, seguramente has oído el término que fue planteado por Daniel Goleman en 2010, y que plantea que el conocimiento y gestión de nuestras emociones y las emociones de los otros nos puede llevar a grandes avances en nuestra vida personal, profesional y social. Pues bien, dentro de las dimensiones de la inteligencia emocional se encuentra la autorregulación, que es la capacidad de controlar los impulsos y sentimientos que tenemos en un momento de conflicto, como el que yo atravieso. La autorregulación, a su vez, comprende varias capacidades, y dos de ellas en particular son las que me ha resultado más útil desarrollar: la adaptabilidad y la innovación.

Me sentía estancada y como si nunca pudiera volver a retomar mi vida, mis actividades cotidianas y mi trabajo. Sentía como si mi inmovilidad física fuera un reflejo de cómo me sentía por dentro: atascada. Pero lo que yo estaba percibiendo no era real: mi vida no se había detenido, ni acabado y yo podía seguir adelante, incluso con las limitaciones que ahora se me presentaban. ¿Qué necesitaba hacer para cambiar mi perspectiva? Adaptarme a esas nuevas circunstancias y pensar en nuevas maneras de hacer las cosas. Primero hablemos de la adaptabilidad, que implica la suficiente flexibilidad para afrontar cambios. Tuve que dejar de lado mis creencias preconcebidas acerca de lo que significaba una enfermedad, de lo que era estar inmovilizada, de lo que para mí representaba -después de considerarme una persona independiente- necesitar apoyo incluso para ir al baño. Abrirme a nuevas maneras de interpretar lo que me sucedía fue el primer paso para salir de las emociones negativas y comenzar a sacarles provecho. El segundo paso fue comenzar a desarrollar adaptabilidad. Ya que veía con menos negatividad mi situación, ¿cómo iba ahora a continuar mi vida, pero en estas nuevas circunstancias? Ahora la clave era abrirme a escuchar, leer y practicar mi creatividad; por ejemplo, hice adaptaciones en mi caminadora para poder llevar y traer cosas en ella cada vez que me movía; conseguí una almohada y colchón especiales para poder tener más movilidad en cama y alcanzar el agua, u otras cosas que necesitara; aproveché la tecnología para poder seguir con mi trabajo de manera remota y el tiempo adicional (por mi inmovilidad) para tomar cursos. Al final de cuentas, todas estas cosas adicionales me ayudaron a sentir que mi vida seguía y que no había perdido el control totalmente de ella, mientras al mismo tiempo seguía haciendo lo necesario para recuperar mi salud.


Las crisis no nos avisan pero es poco probable que nos libremos de ellas; la vida en sus vaivenes invariablemente nos llevará a uno de esos momentos, pero nuestra experiencia será completamente diferente si lo vivimos con conciencia, tanto de lo que nos sucede, como de lo que podemos hacer diferente para no solo sobrellevarla, sino para tener grandes aprendizajes en el camino. Yo sigo aprendiendo todos los días en medio de mi situación de salud, pero trabajar día a día en mi adaptabilidad e innovación son lo que me ha mantenido en el camino y hasta me ha dado los mejores regalos inesperados.





Referencias:

5 aprendizajes de Daniel Goleman sobre la Inteligencia Emocional. (2022, 11 febrero). UNIR México. https://mexico.unir.net/mba/noticias/daniel-goleman-inteligencia-emocional/#:%7E:text=La%20autorregulaci%C3%B3n%20%2Dcapacidad%20de%20controlar,Confiabilidad%3A%20Ser%20honrado%20y%20sincero.


Goleman, D. (2010). Inteligencia Emocional. Editorial Kairós.


González De Rivera Y Revuelta, J. L. (2001). Psicoterapia de la crisis. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 79. https://doi.org/10.4321/s0211-57352001000300004

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